Etiquetas

miércoles, 29 de enero de 2025

2024 feliz

Empezando esta nota a pocos días de que acabe este mes, me doy en la tarea de dejarme esta bitácora para mi yo del futuro, sabiendo que juiciosamente todos los años la leo y que por fin el camino recorrido ha dado alivio a mi corazón.

Este año, que hace 29 días ha terminado, empezó en un ambiente de festividad y jolgorio, de entusiasmo y buena visión del futuro, con esperanza y emocionante malicia. Despedí el año anterior a este ad portas de librarme de cadenas que me sumían en la "IN(felicidad)"; librándome de ellas en lo que vi metafóricamente como una bomba de tiempo que explotó a mi favor.

Fue este mi primer movimiento tras volver a lugar inhóspito y detestable que vengo habitando, tras dejar mi tierra en completa felicidad, y más pronto de lo que me hubiera gustado, degusté la humillación de los poderosos mientras me hallaba en camino; y una vez aquí, completé mi jugada con ganancias a mi favor.

Las cuales por supuesto me permitieron disfrutar durante una estación de los placeres de la vida de los ninis.

Obtuve la dicha del paz y salvo y evadí por el desempleo la deuda con la credencial. Ahora no contesto el teléfono.

Y celebré con la fría hierba y la posterior lluvia otro año más con esa personita.

Pero antes de todo esto, y aún en tierras cálidas, disfruté nuevamente de las olas, y descubrí cuánto me puede jugar en contra el autosabotaje.

Sometí al estrés de un largo jornal al cuadrúpedo, pero descubrí que no es tan severa su compañía.

Durante el tiempo posterior disfruté mucho del cariño de los míos, jugué, comí y paseé con ellas.

Obtuve nuevas formas de rayar, tanto papel como otras superficies.

Experimenté el gusto de dibujar por placer.

Y aprovechando tal impulso se consiguieron avances en la historia por venir. Tanto de mi propia mano como de la que la ha parido. Hecho que me ha provisto de emoción y propósito.

Fue un año en el que las tomadas de carreteras fueron escasas, más a falta de un destino que cualquier otra cosa.

Al menos a motor, porque a pedal se visitaron cascadas, pueblos fantasmas, montañas, carreteras y pueblos vivos.

Después de eso me sacaron.

Que sí, volví a disfrutar el placer de manejar bicicleta. Y en el camino gané resistencia.

Habité el parque boscoso en muchas ocasiones, la mayoría en compañía, otras en solitario, otras para fiestas y eventos y otras clandestinamente.

Ante las ideas de familia moderna, adopté una bonita mascota, la cual casi muere...pero finalmente fue asesinada por un visitante inesperado.

Que llegó acompañando a otras criaturas que fueron obligadas a padecer esta urbe. Se prolongó su estadía y encontré que la boca es el azote del cuerpo.

Logré "perderme la vida para ganarme el pan" por mi propia cuenta. Y entré con la convicción de lo aprendido y el rencor que amerita... aunque con inesperadas sorpresas gratas.

Como cada día, creció mi rencor hacia este montón de cemento, cubierto hasta sus rincones de desechables.

¿Y cómo no odiarla si su estricto sistema me golpeó abruptamente y me sometió a un proceso burocrático inútil que me hizo pagar al final?

Estuve es distintos bailes, en algunos me robé el show, en otros fui imprudente, en otro gasté y en otros fui lo que llaman "lento"... ¿pero realmente quería yo eso?

Hicimos de los buses rojos un camión de flete, y me divertí mucho en la llamativa travesía.

Pasié mucho.

Compartí con conocidos y no tan conocidos.

Viví la angustia de la pérdida, se extendió días, pero una vez más tuve suerte, y la tranquilidad volvió, sucia y sedienta, pero volvió. Mi eterna gratitud con usted.

Aporté al emprendimiento familiar.

Y compartí también con los que viene de lejos.

Comprendí a los team culos

Persistieron mis vicios.

Me enamoré profundamente de la soledad, en el hogar, en las salidas e incluso disfruté de ella en mi natalicio.

En la búsqueda del hedonismo, probé la medicina ancestral, otra vez el autosabotaje jugó en mi contra, pero también la equivocación de escoger mal a tu hippie de cabecera. Me odiaron.

"¡Qué ciclo ni qué mondá!" Exclamé.

Por suerte no fue un viaje desperdiciado. pero tuve que vivir la terrible experiencia de abandonar un perrito (ahora soy un ser humano horrible).

Fui a ese club de dibujo al que no volví a pesar de haber conocido un ángel.

Estuve nuevamente viendo de reojo a la muerte, lo pagué barato, pero costó un viaje.

Acudí a la distancia a la complacencia de la concupiscencia.

Me reecontré con mi adolescncia y me siscitó los deseos de dibujar de antaño.

Intenté alucinar nuevamente, y aunque estuvo bien, no era lo que quería. Terminé nalgueando a una bailarina.

Como en las épocas de los disfraces, elaboré el artilugio que acompañaría el ajeno. Fue un trabajo arduo.

Viví la cacería de un cometa, durante varios días, dejando la frustración del fracaso, y la tristeza de pasar el primer catorce de octubre lejos.

Y rodé por mi cuenta hacia aquel pueblo cubierto de lodo y fantasmas.

Viví levemente el placer y la fama de llevar un disfraz, fue en aquel gran festival de rock.

Los conflictos secretos con mi par persistieron, se afianzaron y se fortalecieron, y me mostraron una verdad que nunca debí. Conocí el arrepentimiento.

Padecí, padecí el derecho a la vivienda digna. Padecí las tonterías de los animales ingratos.

Y como en los viejos tiempos, la vida me cobró la tranquilidad y el gozo que se mantuvo durante todo el año pasándome una alta factura a final del mismo, me atacó los bolsillos, el cuerpo y la paciencia, pero mi espíritu se mantuvo fuerte.

Aunque inoportuno, fue bueno ver a ese gran amigo que se acercó a visitar. Gracias a su visita estuvimos en los lugares más soñados de mis veintes.

Terminé el año comenzando una nueva profesión.

La felicidad y tranquilidad que obtuve este año logró mantenerse intacta, incluso en los momentos de tropiezos, en las angustias que otrora me hubiesen derrumbado, no lograron ni tambalearme esta vez, me sobre puso a todo y tomé la decisión de ser feliz con lo poco, de caminar con tranquilidad, reflexioné sobre lo suertudo que soy. Y aunque este año por fin empecé a caminar por los senderos de la felicidad, creo que es muy pronto para decir que la estoy habitando. Lo que si es cierto es que fue de una paz transicional, pero una paz a fin de cuentas.

Por eso con la autoridad de la autolectura me proclama, llamo a este año EL AÑO DE LA PAZ.

A ti, Daniel del futuro: ¡Feliz Año de la Serpiente!

No hay comentarios:

Publicar un comentario