Etiquetas

martes, 16 de enero de 2018

La carta

Es curioso encontrarme en este lugar de nuevo, justo dos años después de la últimavez que publiqué algo, y que de alguna manera es una sitiación similar... pero diferente.

Me gusta aprovechar este espacio, sabiendo que nadie lee lo que aquí escribo, pero que al estar publicado en internet me da la ilusión de que cierta persona en concreto podrá leerlo, que es al final, ésto, una carta para ella.

La razón por la que he decidido escribirte esto, es porque ya no puedo eludirme más, me crecen los sentimientos y no puedo seguir haciéndome el fuerte e ignorando lo que me pasa, aún cuando no entiendo del todo lo que siento. Verás, lamento decirte que me estoy enamorando de ti -si es que no lo estoy ya-. Me cuesta realmente mucho poderme resistir a quien eres. Aunque no puedo recordar el momento exacto en que te conocí, sí puedo recordar el contexto, y puedo recordar lo mucho que hablábamos en aquel entonces, y puedo recordar lo feliz que me hacía. ¿Quién no se hallaría maravillado de tu ternura, ingenio y belleza? Desde entonces, has estado siempre en mi mente como una gran frustración para mí, porque te pienso siempre -a diario-, porque te quiero demasiado, porque me hace feliz verte y pasar tiempo contigo, porque se me olvida el resto del mundo cuando me sonríes, porque aunque trate de hacerme el duro contigo, no puedo; porque si me pides que cancele lo que esté haciendo para pasar tiempo contigo lo hago sin dudar, porque estoy dispuesto a hacer sacrificios por ti, porque mi cerebro idiota se niega a desprenderse de la esperanza de una vida a tu lado. Porque aquella vez que prefiste brazos ajenos, y me dejaste a un lado de tu vida, yo seguía pensando en ti, y créeme que traté de todo paa mantenerme cerca de ti, pero fracasé, ninguno de mis intentos dieron frutos, pero me resigné, ¿Qué más da? De todos modos eras feliz y eso es lo que importaba. Decidí no darle mayor importancia todo y seguir con mi vida como si nada, sabía que ya yo no era importante para ti, y sabía que solo era cuestión de tiempo antes de que me acostumbrara y la velita se apagara... pero cuando estaba a punto de extinguirse, apareciste de nuevo en mi vida, y sin hacer mayor cosa, encendiste la vela de nuevo; y con ello, se me hizo la vida un nudo.

Ya no me recozco, siento que he caído en un vicio, en un doloroso vicio llamado tú. Porque sigo siendo el mismo idiota de siempre, que cuando pienso en ti, pongo la cara de idiota, y cuando estoy cerca de ti sonrío como pendejo. Me haces feliz, me ilumina tu sonrisa, y tengo esta constante necesidad de saber que estás bien, y que en caso de que no estés deseo cuidarte, porque me duele ver en tu cara otra cosa que no sea una sonrisa, porque cuando alguien te amargó el cumpleaños, yo decidí sacrificar lo poco que tenía para que estuvieses mejor, y estuve bien con ello, porque sonreíste, porque te acompañé. Porque siento que solamente tú tienes el poder para curar todas mi heridas y llenar todos mis vacíos. Y que aunque suene pretencioso y trillado, siento que nadie te quiere como yo, y créeme que de igual manera quisiera sanar tus heridas también. Ya no sé qué hacer, incluso siento que me quedo corto, por extensas que sean las palabras de este texto no creo que puedan detallar lo que siento. Y ya no sé que hacer, porque me duele tanto tenerte tan cerca de mí pero a la vez tan lejos, porque no quiero decirte nada de esto, porque sé que el resultado no será nada favorable y tengo miedo de no tenerte en mi vida, porque sé que nada me saldrá bien si lo hago. Porque aunque quisiera pedirte que tomes distancia conmigo, no lo haré, peroque sé que lo harías, y es más fácil para mí hacerme el duro y fingir que todo va bien, que todo es superficial, que todo es un juego. Y siento que ya no puedo fingir más... pero es lo que necesito, y hasta que no sepa qué hacer contigo es lo que seguiré haciendo.

Quisiera cerrar esto con una despedida creativa, como los grandes escritores, pero no soy de esos, sólo me resta, como siempre, desearte realmente una feliz noche.