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martes, 31 de enero de 2023

Así fue el 2022

 Este artículo (como muchas cosas en mi vida) fue dejado para última hora, pero aún así, sin dejar que el tiempo me culmine, he decidido sentarme y pensar en el el pasado, en aquél casi inmediato de los 365 días que acaban de ocurrir... o que pasaron hace 30 días para este caso concreto. Me es imposible no mirar quién era yo entonces y quien soy ahora y el cambio radical que tuve en mi vida.

Hace un año estaba emocionado por recibir el cierre de temporada de Shingeki no Kyojin, enredado en una tristeza profunda, pero sabiendo que pronto sería libre que las espinas que me torturaban.

Mantuve la costumbre de pasar año nuevo con mi familia en mi pueblo, y nuevamente tomé camino para no dejar de felicitar a mi gran amigo en su cumpleaños.

Recibí el apoyo de personas que me quieren y que siempre serán valiosas.

Durante todo el año viajé, viajé por todas partes, recorrí centenares de kilómetros y vi paisajes de todo tipo.

Y aproveché esos viajes para verme con viejos amigos.

Y es que al viajar también disfruté centenares de atardeceres, conocí pueblos bonitos y dibujé paisajes nuevos.

Entre ellos, tierra de mariposas amarillas.

Estuve en fiestas en las que no quería estar.

Estuve mucho tiempo solo, y me reconcilié con la soledad. Descubrí lo bien que me la puedo pasar en ella.

Creí sufrir pérdidas que me causaron ataques de ansiedad pero que me hicieron tomarme la pérdida real con resignación.

Mi primera toma al llegar

Como cada año, cambiaron mis relaciones, me alejé de personas y me acerqué más a otras.

Y entre las cosas que aprendí, aprendí más sobre el valor de la familia.

Como es evidente, cambié de ciudad, y con ello mi vida mejoró significativamente.

Pero antes de despedirme le dejé una linda pintura a quienes más amo.

Como siempre, tomé decisiones estúpidas.

Descubrí lo fácil que se puede hacer odiar la gente.

Y descubrí que muchos prejuicios vienen de alguna parte... que por algo será.

Viví una aventura de amor tan mágica como fugaz, sentí cosas que nunca sentí y aprendí grandes cosas sobre mí.

Mejoró mi autoestima.

Aprendí que no me funcionan las relaciones por internet, que el placer de conocer a alguien en persona no hay pantalla que lo pueda igualar.

Fui un completo hijueputa... varias veces.

Me gané a pulso el odio de un grupo poblacional.

Estuve angustiado.

Adquirí nuevos hábitos, pero así como llegaron los dejé ir.

Continuaron mis vicios.

Hubo incluso viajes frustrados.

Tuve muchos golpes de suerte, tantos que incluso me salvé de la muerte.

Dañé la moto... varias veces.

Conocí innumerables veces el llanto y la angustia. Sentí vergüenza, tristeza y rabia.

Pero también mucho dolor físico. 

Intenté retomar viejos proyectos pero fracasé en el intento.

Fui llevado de la mano y sin darme cuenta a otro angustiante suplicio de responsabilidad laboral, me descubrí desadaptado gracias a ello. Y terminé con grilletes más pesados de los que tenía.

Por fin fui esterilizado y como si no me importara para nada, corrí a a conocer en única oportunidad a mi ídolo musical, esperé horas pero valió la pena.

Fui a conciertos geniales y ansiados.

Fue un año de flores, fotos y sabores.

Conocí la alegría de haber ganado por fin las elecciones, y con lluvia y a pie disfruté de la fiesta nacional.

Caminé como no he caminado antes.

Fui a un montón de planes diferentes, en todas las escalas, tamaños y precios. Visité, probé y conocí.

Quedé mal todas las veces, llegué tarde a todos los compromisos, incluso a aquellos donde no debía.

Terminé el año con cierta preocupación, consecuencia de mis propios actos, pero con la claridad de que fue un año grandioso, de muchas mejoras, de grandes experiencias. Tuve tantos golpes de suerte, tantas cosas que me hicieron feliz que no me queda de otra que llamar a este año el Año de la Dicha Tardía.

Sabiendo que nadie más leerá este artículo, me despido de mí mismo para desearme un feliz año del conejo.

Sigue luchando.


 

 



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